Es tarde. Hoy has dormido poco y no has parado de trabajar en todo el día. Reuniones maratonianas, fuegos que apagar y colegas que ponen poco o nada de su parte para caminar juntos hacia una solución. Sientes que no puedes más y que se te caen hasta las pestañas. A última hora hay algo que te lleva al extremo, un fuego potente se despierta en ti y para poder sacar eso que sientes por dentro, gritas a tu equipo, coges el papel que ha sido el fruto de la discordia, lo arrugas y lo lanzas contra la pared.
Silencio. El equipo mira hacia abajo. Nadie levanta la mirada. Tú te arrepientes de inmediato. Pides disculpas. Te agachas, coges el papel e intentas estirarlo.
El papel nunca vuelve a ser como antes. Las líneas se siguen marcando por mucho que ahora lo acaricies e intentes que vuelva a ser como antes. Las marcas permanecen como recuerdo a lo sucedido.
De la misma forma, la relación con tu equipo nunca volverá a ser la de antes. Aunque las disculpas sean inmediatas, quedarán esas pequeñas marcas en todas y cada una de las personas que lo integran. Quizás para unas sean simplemente un recuerdo de un día que perdiste el control pero para otras, serán señal de alarma, de precaución, incluso será una pérdida clara de la confianza y buena relación que había hasta ese momento.
Es sólo un papel arrugado, ¿o no? ¿qué precio estás pagando por esos instantes? ¿qué impacto ha tenido a nivel emocional en tu equipo? ¿y cuál será el impacto futuro de esto?
La ira es una emoción que está ahí, queramos o no, y que tiende a dispararse en momentos en los que nuestro nivel de cansancio, estrés o simplemente, autocuidado, está bajo. Pero no olvidemos esta metáfora. El papel nunca volverá a ser como antes.
Aprendamos herramientas que nos permitan identificar esa emoción, ver qué nos está trayendo en ese momento, coger aire e impedir el estallido. Cada uno a su manera.
En mi caso, ese tipo de situaciones me pueden llevar a la necesidad de no hablar (o hablar lo justo), centrarme en sostener las sensaciones de mi cuerpo, respirar para sosegarme y posponer la conversación a un momento en el que me sienta con más equilibrio. Pero esa soy solo yo.
¿Cómo reacciones tú en esos momentos? ¿qué sí te funciona para que esa bola de papel no acabe estrellada contra la pared?